Los principios fundamentales para ser un buen auditor, en términos de ética profesional, son:
Un buen auditor debe caracterizarse por ser, entre otras cosas, diplomático, paciente, buen comunicador, buen juez, disciplinado, imparcial, trabajador, con mente abierta, honesto, analítico, curioso, interesado, con carácter resistente, profesional y entrenado.
Actualmente el papel del auditor, aparte de cumplir con lo citado anteriormente, tiene ofrecer un valor añadido. El auditor no se ha de centrar únicamente en el pasado de la empresa, sino que también ha de ofrecer distintas visiones de futuro. Una vez hecho el trabajo de revisar si las cuentas expresan, en todos sus aspectos significativos, refleja la imagen fiel del patrimonio y de la situación financiera; el auditor ha de ser capaz de ofrecer al cliente soluciones enfocadas al negocio y una evaluación de la integración de los sistemas y procesos de control interno.